Una invitación...
Una invitación a reflexionar juntos.
Cómo desacelerar el tiempo
Desafiá las corridas urbanas: decidí disfrutar de sentarte a tomar mate, vivir una tarde de encuentro, de remontar barriletes o llevar a los chicos a la calesita.
Slow es el nombre de un movimiento europeo -nacido en Italia- que cada vez cuenta con más apoyo e integrantes en todo el mundo. Encabezado por la Sociedad por la Desaceleración del Tiempo, fomenta el ir más despacio cuando tiene sentido hacerlo y busca aumentar la conciencia acerca de algo básico y bastante olvidado: cada ser vivo, proceso o acontecimiento tiene su propio tiempo, su tiempo justo. Comparto con ustedes algunas de las áreas que desarrollan. Es una invitación a reflexionar juntos.
La comida: ir hacia el slow food
¡Cuántas personas comen en piloto automático, parados, de pasada, frente a la computadora o el televisor, mientras leen, manejan, trabajan! Incluso cuando se comparte una mesa con otros, la protagonista suele ser la pantalla. A esta actitud contraponemos nuestra filosofía del 'comer pensando': detenerse frente al plato, saborear, disfrutar de la textura y del aroma, masticar lentamente, tomarse tiempo para alimentarse, que es uno de los actos más importantes del día.
La comida de los fast food (comida rápida), los locales al paso, el delivery, los enlatados, los precocidos o los congelados son otras muestras del apuro en que vivimos. El slow food busca generar conciencia acerca de esta aceleración. Ellos, como nosotros, defienden la preferencia por los productos frescos y locales, las recetas de la abuela, la cena compartida en familia y amigos sin televisor. El acto de comer debería ser un momento de encuentro y placer con uno mismo o con los demás.
El cuerpo y la mente
Obligado a ir a toda marcha, el cuerpo muchas veces nos habla a través de señales que no escuchamos hasta que la enfermedad está instalada. La mente se satura de información y tareas pendientes, por lo que no queda libre casi ningún lugar para la prueba, el ensayo-error, la creatividad.
Las investigaciones son contundentes: caminar lenta pero regularmente es mucho más saludable que correr una maratón. Nosotros hablamos de movimiento conciente o de 'moverse pensando'. Desacelerar el ritmo mental y propiciar tiempos para la meditación y la calma hace que el cerebro rinda más y mejor. Un maestro zen sostenía que en lugar de decir 'No te quedes ahí, haz algo', deberíamos decir -al menos de vez en cuando-: 'No hagas nada, siéntate ahí'.
Las ciudades
Desde 1999 varios pueblos europeos firmaron una petición para convertirse en refugios (slow cities) donde se promuevan el placer antes que el beneficio, las personas antes que la masa, la lentitud antes que la velocidad. Sus objetivos son reducir el ruido y el tránsito, aumentar las zonas verdes, apoyar los productos artesanales. Relajarse, ganar tiempo para reflexionar, no estar pendiente del reloj, reducir el estrés y cuidar el medio ambiente.
El ocio
Trabajos manuales como la jardinería, el tejido, el dibujo o la decoración son la expresión del movimiento slow. Sin embargo, la mayoría de las personas enciende el televisor o la pc en su tiempo libre y con eso llena su espacio de ocio. Cosas como cocinar, hacer ejercicio, escuchar música, charlar, escucharse, mirarse o compartir tiempo, cuentan con menos espacio. Como consecuencia sobreviene la queja: 'no tengo tiempo para nada”.
Desacelerar el tiempo
Cada vez son más las personas que, más allá de su edad, se sienten desbordadas o no logran encontrar el placer en lo que hacen a causa de las corridas, la velocidad, el exceso de ocupaciones y la obsesión por ahorrar tiempo.
¿Será un problema de las grandes ciudades? Quizás. Afortunadamente en muchos lugares de nuestro país los chicos aún tienen tiempo para andar en bicicleta en la calle, jugar a las escondidas en la plaza y dormir la siesta. En muchas zonas los horarios del trabajo están adaptados a las necesidades del cuerpo (y no al revés): entonces se cierran los negocios para descansar, se respeta el silencio en el pueblo, se cultivan los buenos modos, se da tiempo para hacer las cosas… el orden es distinto y la calidad de vida es, sin dudas, mejor.
El desafío está en desacelerar el tiempo urbano, lograr que las personas descubran que brindar lentitud a sus vidas hace que la comida, las relaciones, el trabajo, el ocio y el lugar en que viven, sean mejores y más placenteros. ¿Hay que detener todo? No. La clave está en hacer cada cosa a la velocidad adecuada, en lugar de hacerlo todo más rápido. Un árbol se toma décadas en crecer, un bebé crece durante 9 meses antes en nacer, una planta tarda semanas en dar sus primeros brotes… Todo a su tiempo.
¿Cómo lograrlo? Empezando por desafiar a la aceleración con lectura, meditación, jardinería, pintura, paseos, yoga, clases de respiración, caminatas… Habrá que dejar de llenarse de actividades, desenchufar las pantallas, salir a las calles y los parques, recorrer la ciudad y conocer a quienes nos rodean, aumentar el contacto con los clubes del barrio, con los vecinos, con la familia y los amigos. Sentarse a tomar mate o disfrutar de un café, organizar una tarde de encuentro para hacer nada o para remontar barriletes, llevar a los chicos a la calesita (todavía quedan algunas), hacer pochochos caseros…
Cuando nos animemos a estos pequeños actos aumentará la sensación de bienestar y cada vez nos costará menos darle el espacio que la lentitud necesita en nuestro día a día.
Dr. Alberto Cormillot
Cómo desacelerar el tiempo
Desafiá las corridas urbanas: decidí disfrutar de sentarte a tomar mate, vivir una tarde de encuentro, de remontar barriletes o llevar a los chicos a la calesita.
Slow es el nombre de un movimiento europeo -nacido en Italia- que cada vez cuenta con más apoyo e integrantes en todo el mundo. Encabezado por la Sociedad por la Desaceleración del Tiempo, fomenta el ir más despacio cuando tiene sentido hacerlo y busca aumentar la conciencia acerca de algo básico y bastante olvidado: cada ser vivo, proceso o acontecimiento tiene su propio tiempo, su tiempo justo. Comparto con ustedes algunas de las áreas que desarrollan. Es una invitación a reflexionar juntos.
La comida: ir hacia el slow food
¡Cuántas personas comen en piloto automático, parados, de pasada, frente a la computadora o el televisor, mientras leen, manejan, trabajan! Incluso cuando se comparte una mesa con otros, la protagonista suele ser la pantalla. A esta actitud contraponemos nuestra filosofía del 'comer pensando': detenerse frente al plato, saborear, disfrutar de la textura y del aroma, masticar lentamente, tomarse tiempo para alimentarse, que es uno de los actos más importantes del día.
La comida de los fast food (comida rápida), los locales al paso, el delivery, los enlatados, los precocidos o los congelados son otras muestras del apuro en que vivimos. El slow food busca generar conciencia acerca de esta aceleración. Ellos, como nosotros, defienden la preferencia por los productos frescos y locales, las recetas de la abuela, la cena compartida en familia y amigos sin televisor. El acto de comer debería ser un momento de encuentro y placer con uno mismo o con los demás.
El cuerpo y la mente
Obligado a ir a toda marcha, el cuerpo muchas veces nos habla a través de señales que no escuchamos hasta que la enfermedad está instalada. La mente se satura de información y tareas pendientes, por lo que no queda libre casi ningún lugar para la prueba, el ensayo-error, la creatividad.
Las investigaciones son contundentes: caminar lenta pero regularmente es mucho más saludable que correr una maratón. Nosotros hablamos de movimiento conciente o de 'moverse pensando'. Desacelerar el ritmo mental y propiciar tiempos para la meditación y la calma hace que el cerebro rinda más y mejor. Un maestro zen sostenía que en lugar de decir 'No te quedes ahí, haz algo', deberíamos decir -al menos de vez en cuando-: 'No hagas nada, siéntate ahí'.
Las ciudades
Desde 1999 varios pueblos europeos firmaron una petición para convertirse en refugios (slow cities) donde se promuevan el placer antes que el beneficio, las personas antes que la masa, la lentitud antes que la velocidad. Sus objetivos son reducir el ruido y el tránsito, aumentar las zonas verdes, apoyar los productos artesanales. Relajarse, ganar tiempo para reflexionar, no estar pendiente del reloj, reducir el estrés y cuidar el medio ambiente.
El ocio
Trabajos manuales como la jardinería, el tejido, el dibujo o la decoración son la expresión del movimiento slow. Sin embargo, la mayoría de las personas enciende el televisor o la pc en su tiempo libre y con eso llena su espacio de ocio. Cosas como cocinar, hacer ejercicio, escuchar música, charlar, escucharse, mirarse o compartir tiempo, cuentan con menos espacio. Como consecuencia sobreviene la queja: 'no tengo tiempo para nada”.
Desacelerar el tiempo
Cada vez son más las personas que, más allá de su edad, se sienten desbordadas o no logran encontrar el placer en lo que hacen a causa de las corridas, la velocidad, el exceso de ocupaciones y la obsesión por ahorrar tiempo.
¿Será un problema de las grandes ciudades? Quizás. Afortunadamente en muchos lugares de nuestro país los chicos aún tienen tiempo para andar en bicicleta en la calle, jugar a las escondidas en la plaza y dormir la siesta. En muchas zonas los horarios del trabajo están adaptados a las necesidades del cuerpo (y no al revés): entonces se cierran los negocios para descansar, se respeta el silencio en el pueblo, se cultivan los buenos modos, se da tiempo para hacer las cosas… el orden es distinto y la calidad de vida es, sin dudas, mejor.
El desafío está en desacelerar el tiempo urbano, lograr que las personas descubran que brindar lentitud a sus vidas hace que la comida, las relaciones, el trabajo, el ocio y el lugar en que viven, sean mejores y más placenteros. ¿Hay que detener todo? No. La clave está en hacer cada cosa a la velocidad adecuada, en lugar de hacerlo todo más rápido. Un árbol se toma décadas en crecer, un bebé crece durante 9 meses antes en nacer, una planta tarda semanas en dar sus primeros brotes… Todo a su tiempo.
¿Cómo lograrlo? Empezando por desafiar a la aceleración con lectura, meditación, jardinería, pintura, paseos, yoga, clases de respiración, caminatas… Habrá que dejar de llenarse de actividades, desenchufar las pantallas, salir a las calles y los parques, recorrer la ciudad y conocer a quienes nos rodean, aumentar el contacto con los clubes del barrio, con los vecinos, con la familia y los amigos. Sentarse a tomar mate o disfrutar de un café, organizar una tarde de encuentro para hacer nada o para remontar barriletes, llevar a los chicos a la calesita (todavía quedan algunas), hacer pochochos caseros…
Cuando nos animemos a estos pequeños actos aumentará la sensación de bienestar y cada vez nos costará menos darle el espacio que la lentitud necesita en nuestro día a día.
Dr. Alberto Cormillot
Tomado de los mails que envía el Dr. a sus pacientes.
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